lunes, 11 de octubre de 2010

Raquel y su completo desconocido

La puerta se abrió. El hombre buscó el interruptor para dar la luz.
-Éste es un barrio tranquilo y los vecinos van mucho a su aire, si lo que busca es comodidad, es su sitio adecuado-.

A simple vista, a Raquel le pareció algo pequeño.
-Parece acogedor-. Disimuló la chica su primera impresión.

El suelo del apartamento era tarima flotante en madera. Estaba visiblemente sucio. Probablemente llevase vario tiempo cerrado. En la entrada había un estrecho armario a la derecha y a la izquierda un recibidor con un gran espejo. Raquel pasó el dedo por él y lo retiró lleno de polvo.

-El piso, como puede comprobar, lleva tiempo sin abrirse-. Apuntó el de la inmobiliaria cerciorando a Raquel de la certeza su pensamiento.
-Lo suponía-. Afirmó ella echando una ojeada al techo y examinado todo.
-Pasemos por favor-. Le dijo a la muchacha.

El móvil dentro del bolso de Raquel vibraba. No se escuchaba la melodía. Aún así, el hombre interrumpió su explicación sobre la vivienda.
-Continúe, es una llamada sin importancia-. Aclaró.

El apartamento tenía sólo una habitación con una ventana que daba a un frondoso jardín desde donde se podían ver los niños jugando. Uno de ellos iba llorando a su madre acusando a otro con el dedo de que lo había empujado y lo había caído. El otro pequeñajo acudió para explicarse. La madre habló con los dos y los niños enseguida volvían a jugar de nuevo como si nada hubiera pasado. Raquel navegaba entre sus pensamientos mientras el hombre continuaba.

-¿Qué hace aquí esta cama?-. Preguntó.
-El anterior dueño dejó algunos muebles por si le interesaba al comprador-.
El móvil volvía a sonar. Abrió el bolso negro donde lo llevaba, lo cogió y rechazó la llamada.
El agente inmobiliario, callado, observaba la escena. El silencio duró unos segundos.
-Si quiere, lo dejamos para otro día-.
-¿Por qué?-.
-Tengo la sensación de que no me está prestando atención-.
Raquel observó a su interlocutor para que se explicase.
-Señorita, le he dicho antes que a continuación veríamos la cocina y se ha metido en el cuarto, usted me dirá-.
Raquel se avergonzó un poco.
-Disculpe, no…no tengo un buen día-.
-Como ya le he dicho, podemos dejarlo para otro momento pero si…-
-He dejado a mi chico. No le dejó terminar la frase. Si es que se puede llamar romper una relación a lo que he hecho porque a veces creo que nunca existió-. La chica se desahogó.
-Lo siento mucho-.

Ella lo miró, rio y luego una lágrima recorrió su mejilla derecha, pero no dejó que continuara su recorrido y rápidamente se la quitó con el dedo índice de su mano derecha.
-Tenga-. El hombre le ofrecía un pañuelo. Ella se lo agradeció mirándole de nuevo casi sollozando.
-Quiere continuar o lo dejamos- Repitió.
-Continuemos por favor-. Dijo.

La cocina era un cuchitril. Raquel la miró de tal manera que el agente se dio cuenta.
-Sí, es muy pequeña pero bueno como verá necesita algunos arreglos-.
-Más bien el piso en sí necesitaría varios arreglos- Dijo con tono algo desagradable la chica. Se dio cuenta y de nuevo se disculpó con él. Pensó acertadamente que aquel amable señor no tenía ninguna culpa de su estado de ánimo y mucho menos de la situación por la que estaba pasando.

El horno de la cocina acababa de adelantarse un minuto a las 20:41 horas. Nada que ver con la hora que era en realidad, las 18:08.

Finalizaron la visita del apartamento con el cuarto de baño y con el salón que sí estaba vacío sin muebles y con dos de las tres bombillas de la lámpara que lo iluminaba fundidas. A pesar de ser de día era un día bastante gris y nublado por eso se ayudaban con la luz. Contaba con un balcón bastante grande para lo pequeño que Raquel encontraba el apartamento y una ventana.
-Si hubiesen aprovechado los metros del balcón para los de la casa tal vez este piso habría sido vendido antes-. Pensó la chica en voz alta.
-Tiene toda la razón- Le dijo su acompañante.
La joven salió por el ventanal. El mismo jardín que vio desde el dormitorio se veía en su apogeo desde allí.
-Las vistas son preciosas, eso es innegable- Afirmaba la joven.
-Tal vez ese sea el encanto de este piso- Sonreía el hombre.
Por primera vez en lo que llevaba de visita por el apartamento Raquel sonrió animada.
-Ve, tiene usted una sonrisa muy bonita, lástima que hayamos terminado de ver el piso, si no, intentaría sacarle otra.
Volvió a reír.
-Si no es mucho preguntar, ¿Qué sucedió?-.
-¿Perdone?- Raquel había escuchado perfectamente lo que para ella le había parecido una pregunta impertinente, pero la respondió ya que el hombre también había aguantado alguna de sus contestaciones molestas durante la tarde.
- Encontré a mi novio con otra chica en la cama-. Reveló fría y rápidamente.
-Vaya, me esperaba todo menos esa contestación-.
-Lo dudo-. Señaló con tono irónico. Al cerrar la puerta del balcón se escuchó el crujir de la madera con uno de sus tacones.
-¿Quién vivió antes aquí?- Cambió de tema.
-Pues sabiendo todo lo que me ha contado, no sé si decírselo-.
-Mire, a estas alturas no creo que nada pueda afectarme más que la escenita que me encontré hará dos meses en mi cama-.
- El chico que vivía aquí decidió venderlo porque se iba a casar con su novia. Un buen chaval, es conocido mío. Me dijo que le vendiera su piso a la persona adecuada, alguien que lo cuidara tan bien como él había hecho. Pero fíjese, ha pasado un año y aquí sigue, no tan bien cuidado como ha visto y con el cartel de se vende colgado ahí fuera-.
El móvil sonó por tercera vez.
-Es él ¿verdad?-.
-Sí. Desde que los pillé lleva estos dos meses pidiéndome perdón. Espero que se canse pronto, me voy a hartar de la canción del tono de llamada que me gusta mucho-. Intentó quitarle hierro al asunto.

Caminaron hacia la puerta.

-En fin, ¿qué le parece? Aunque creo que por los comentarios que ha ido diciendo durante la visita no se va a quedar con él, seguiremos mirando.
-¿Sabe qué? Que sí, que me gusta, me lo quedo. Dígale a su anterior dueño que su apartamento ya ha encontrado a la persona adecuada.
El hombre se echó a reír: -¿Y ese cambio?-.
-El chico del me ha hablado lo vendió por su nueva vida, yo abandono mi anterior vida por este piso. El apartamento necesita tantos cambios como yo. Podríamos cambiar juntos. Dicen que cuando no se puede cambiar de vida, se cambia de casa ¿no? Pues yo hago las dos cosas. A la vista está que mi vida no es la misma y la casa…pásese por aquí en un tiempo y me dice si el piso es el mismo, pero tendrá que tendrá que hacerse con mi nuevo número de teléfono-.
-¿Con su nuevo número de teléfono?-.
-Sí-. Raquel cruzó el pasillito hacia el baño. Sacó el móvil del bolso. Abrió la tapadera del váter.
-Éste no lo volveré a utilizar-.
Tiró de la cadena.

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